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PRESENTACIÓN DE LA SEMANA FRANCISCANA

Bienvenidos y bienvenidas.

Durante toda la semana nos va a acompañar una exposición con esculturas de Javier Laforet, miembro del grupo musical Ruah, que nos acompañará el viernes, y que muestran precisamente a esos invisibles de nuestro mundo. Algunas, las mujeres, tan invisibilizadas que ni siquiera salen en la muestra que aquí tenemos, sólo está el cartel anunciador.

Estos días queremos reflexionar sobre lo que se ve y lo que no se ve, y viene a cuento que en un reciente documental sobre el Papa Francisco se calificaba a otro Francisco, el de Asís, como un visionario, es decir alguien que veía de otra manera, de forma más lúcida y real.

Un visionario, se decía, porque es capaz de escuchar, detenerse a escuchar la voz del pobre, la voz del Señor, la voz de la naturaleza. Hasta convertir esa escucha en un estilo de vida: Francisco de Asís practicaba “el apostolado de la oreja”, se da tiempo para escuchar, sin prejuzgar, algo que no siempre practicamos. Y la consecuencia es inmediata: del diálogo con la realidad surge una mirada diferente, una relación que ya no es de amo, como sucede en el mundo actual, sino de cuidador.

Algo de todo esto queremos compartir estos días, y con estos sentimientos podemos dirigirnos al Padre al estilo de Francisco:

         ¡Oh, santísimo PADRE NUESTRO, creador, redentor, consolador y salvador nuestro!
            HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

              para que te amemos con todo el corazón, pensando siempre en ti;
              con toda el alma, deseándote siempre a ti;
              con toda la mente, dirigiendo nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor;
              y con todas nuestras fuerzas, destinando todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma y del cuerpo al servicio de tu amor y no a otra cosa;
              y para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos, según nuestras fuerzas, a tu amor, alegrándonos de los bienes ajenos como de los nuestros y compadeciéndolo en los males, y no siendo causa de tropiezo para nadie.